La dimensión evangelizadora de nuestra misión

Tenemos la certeza de que el Espíritu sigue impulsando nuestra misión en el mundo. Y hoy, ante el reto de la sinodalidad vislumbramos un amplio horizonte, para adaptar nuestro patrimonio carismático a las cambiante situaciones históricas y culturales de hoy. Un eje transversal, desde el cual la reestructuración de nuestras obras y el discernir nuestras presencias son aspectos a tener en cuenta para recuperar la dimensión evangelizadora de nuestra misión.

Nos alegramos porque tenemos muchas oportunidades en todos los lugares a donde llega nuestra presencia de servir a los niños, jóvenes y adultos necesitados de formación humana y religiosa. Nuestros destinatarios son los pobres, acogiendo con amor las diferentes pobrezas que hoy la sociedad nos presenta, dignificando sus potencialidades.

Respeto profundo y amor entrañable a la personalidad del educando, porque “La educación es obra de amor”.

Entrega generosa a esta bella misión porque “el gran principio de la educación cristiana es la reproducción de la imagen de Cristo en cada persona”

Competencia profesional, poniendo al servicio de nuestros alumnos cuanto sepamos y podamos para su bien integral desde una actualización constante.

La fe ha de constituir el elemento unificador de nuestra tarea, la luz que ilumine la inteligencia, anime el corazón a la práctica del bien y forje la voluntad, la conciencia y el corazón. 

La renovación de nuestra espiritualidad carismática nos impulsa a “expresar gozosamente nuestra presencia en la Escuela evangelizando a los pobres”. Desde el deseo de estar abiertas al Espíritu, para captar de nuevo la respuesta fiel, a ejemplo de nuestros Fundadores y, al mismo tiempo, el compromiso personal de cada hermana a una vida en santidad, comunión y fidelidad creativa, en la consagración-misión a la que el Señor nos ha llamado, en el contexto histórico actual.

Estamos llamadas a conocer y profundizar los criterios de la sinodalidad, desde nuestra identidad carismática, canalizando de forma progresiva la formación e integración de hermanas y seglares, en función de nuestra misión evangelizadora, y seguir generando estructuras congregacionales y comunitarias que creen lazos de comunión entre todos los que compartimos la misión evangelizadora.

El Divino Maestro nos ha llamado “para ser apóstoles de su Evangelio, para irradiar la luz de la verdad y el fuego de su amor en las inteligencias y en los corazones de los niños y jóvenes obreros”

Necesitamos esforzarnos por prepararnos y renovarnos, por ser buenas educadoras en el sentido más pleno de la palabra y aunar nuestra acción con la de todos los que compartimos la misión.