Como Misioneras del Divino Maestro, queremos asimilar este imperativo como consecuencia lógica de un “amor loco” por Jesucristo, entregándole por completo todo nuestro ser, para que Él viva su propia vida en nosotras.
Porque no existe verdadera identificación con el Maestro, si no se verifica en la auténtica entrega misionera.
La elección y la convocación desembocan en el envío. Llevamos a cabo la misma misión de Jesucristo: anunciar a toda la humanidad la Buena Noticia.
Por eso, el deseo y la necesidad de estar con Él, Corazón con corazón, bebiendo el amor que por la contemplación y adoración se hace fundamento de nuestra misión evangelizadora.
La oración es una necesidad vital en nuestra vida. Sin oración no existe comunidad ni fecundidad misionera.