"Id y enseñad": tarea y misión.

En el horizonte de nuestra vocación de Misioneras del Divino Maestro resuena el eco de aquellas palabras del Divino Maestro: “Id y enseñad”, que llevan implícita la tarea y la misión.

Nuestro camino de evangelización pasa por la alegre convicción y compromiso de ser religiosas-educadoras. Esa genuina mística educativa de nuestra Familia afecta a todo nuestro ser a niveles personales y comunitarios, desde cualquier tarea que la obediencia nos confía.

Nuestro deseo e ideal es llevar a la inteligencia y al corazón de los pobres la verdad de Jesucristo en los países donde nos encontramos: España, Venezuela, Colombia, República Democrática del Congo, Perú e Italia, acogiendo con amor las diferentes pobrezas que hoy la sociedad nos presenta.

La vivimos capacitándonos para llevar a cabo la formación cristiana de niños/as pobres, jóvenes y adultos, obreros, en los Centros educativos en convenio con el Estado. Queremos que nuestros Centros estén bien dotados, al ritmo de a las exigencias de los tiempos y lugares, porque educamos para la vida y la sociedad nos plantea sus retos. Esto nos exige una capacitación de calidad para llevar a cabo la formación humano-cristiana que garanticen al mismo tiempo la gratuidad. 

Procuramos una formación de calidad tanto en el campo del saber como en el mundo de los valores que sustenta la vida familiar y social.

Nuestra prioridad está en el niño/a, en el educando, como decía nuestra Fundadora M. Soledad de la Cruz: “El niño -entiéndase educando- es el centro de la escuela”. Nuestra misión no se ciñe al ámbito escolar en una etapa determinada, va más allá de las fronteras del aula, con la formación sistemática de padres/madres de familia, pastoral extraescolar, Grupos Divino Maestro y el acompañamiento de profesores, exalumnos, familias....

La misión, además de la formación pedagógica adecuada, la sustentamos y hacemos eficaz por medio de la oración, la vida fraterna en comunidad, el cultivo de la caridad y la obediencia y encarnando la Eucaristía, porque, como decía nuestro Fundador, “el apóstol vive del altar”. 

Miramos con predilección a los jóvenes obreros procurando, mediante una capacitación que haga de ellos ciudadanos/as aptos para vivir con dignidad en una sociedad cambiante que va marcando nuevas exigencias.